sábado, 24 de diciembre de 2011

Se me entumece el corazón con solo verte .

 Y de repente, notas como todo lo vivido se ha pasado en un instante, en ese pequeño instante en el que pestañeaste, en ese en el que todo cambió. Si, te quedas alucinada, no sabes cómo narices ha podido pasar, pero sabes que ha pasado. Si eres sincera contigo misma, te gustaría que volviera a suceder una y otra vez, pero desgraciadamente no han inventado la máquina del tiempo. Haces memoria entre tus recuerdos y encuentras aquella tarde lluviosa y oscura en la que los dos os encontrasteis en la esquina del típico bar Lennon, que ha vivido más momentos que ningún otro sitio. Si aquel lugar pudiera hablar... más de uno se sorprendería. -Calla -dijiste. Él, casi instintivamente obedeció. La lluvia caía, pero eso no importaba, por tí, como si el mundo se quemaba. Los relojes no existían, los móviles desconectados, y las personas, se escondían. Estabais, como quien dice, "solos ante el peligro". Las palabras eran innecesarias, las miradas decían más de lo que debían, y las caricias brotaban por sí solas. ¿Cómo era posible que recordaras ese momento como si estuviera pasando ahora mismo? Inexplicable, sí, eso es lo que era. En un momento de ilógica, miraste hacia arriba, y ahí estaba, grande y redonda, alta y brillante, nunca habías visto la luna tan bonita. "No no no no no" pensaste. No quiero acordarme de hechos que me hicieron tanto daño, dijiste. Pero al final, reconociste que era inevitable. Así pues, continuaste. La lluvia amainó con la madrugada, pero ya llevábais horas allí, teníais que iros, aunque... ¿cada uno por su lado...? Supongo que no te fue necesario que aquello ocurriera. Agarrados de la mano fuisteis hasta su casa, donde poco a poco, la magia surgía, simplemente, era maravilloso. Al día siguiente, despertaste gracias a los leves rayos de sol que se colaban por las rejillas de la ventana. Poco a poco fuiste incorporándote, y finalmente encontraste tu ropa en una silla de mimbre que se encontraba al otro lado de la habitación. Una vez vestida, te paraste a pensar, ¿dónde está? actuando a modo de respuesta, instantáneamente viste un papel escrito con una letra prácticamente ilegible sobre la mesa, que ponía: "gracias por una noche maravillosa, hasta nunca, quien tu ya sabes" ¿Cómo? ¿No había nada entre ellos dos? ¿Y esas chispas que se le veían en las pupilas de los ojos? No lo entendías, estabas confusa, muy confusa, y no sabías qué hacer... Lo único que fuiste capaz de hacer fue dejar en aquella habitación parte de tus recuerdos y cerrar con llave para que nunca puedan volver a atormentarte.

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